miércoles, 29 de octubre de 2014

Esa tonta necesidad de saber de ti.

No sé por dónde empezar, ni siquiera sé la siguiente palabra que voy a escribir después de esta. Tengo tanto guardado dentro que no sé cómo empezar a explicaros cómo conocí a esa persona que tanto me ha dado, esa persona que en parte ha hecho que sea como soy ahora. Sólo sé que desde que no está me ha hecho mucho más fuerte, y en días como hoy pienso que puedo con todo y me lo intento creer, quiero creérmelo, porque merezco poder con todo lo que me venga encima. Si os soy sincera no sé ni el día, ni la hora, ni tan siquiera la ropa que llevaba el día que hablamos por primera vez, sólo recuerdo qué pasó, y pasó sin saber que ambos cambiaríamos la vida del otro. Todo viene desde hace mucho tiempo atrás, desde hace bastante que escribo, todo viene de ahí. Escribo porque siento que esa es la única forma de soltar todo lo que tengo aquí dentro, que no es poco. Muchos pensarán que no sirve de nada, pero durante muchos días escribir ha sido lo único que ha conseguido salvarme hasta que llegó él, y nos conocimos por ello. Recuerdo que las primeras veces que hablábamos, nos sincerábamos totalmente el uno con el otro, incluso sin conocernos de nada ya teníamos cierta confianza, los dos lo habíamos pasado mal, y quizás hablar llenaba ese vacío que personas a las que quisimos dejaron sin más. Recuerdo que un día me dijo que lo que escribía le llenaba, y en la vida nunca antes me había llegado a decir eso, él era la única persona que aún habernos dicho sólo unas pocas palabras, se daba cuenta que detrás de cada letra, había una chica sincera escribiendo todo lo que sentía, y eso era lo más bonito de todo, porque nadie era capaz de verlo, menos él. Para ese entonces ni siquiera pensé la posibilidad de que esa persona pudiese convertirse en alguien tan importante como lo ha acabado siendo. Sí, hablábamos algunas veces, y después seguíamos con nuestras vidas como si nada hubiese pasado, sin saber que algo dentro de nosotros había cambiado. Tampoco recuerdo cuántos días pasaron desde esa primera vez que habíamos hablado, sólo sabía que de vez en cuando me llegaban mensajes suyos que me hacían sonreír aunque fuese sólo por una milésima de segundo. Y en esos momentos en los que siempre acababa de leerle empecé a entender esa necesidad que él tenía por saber de mí, porque yo en ese momento quería saber todo de su vida. Y sin quererlo, no sé cómo llegaron más mensajes haciéndonos dependientes de ellos, haciendo que nos necesitáramos sin ser capaz de admitirlo delante del otro. Recuerdo las risas que nos echábamos y las ganas de saber del otro. Se me hace difícil contar todo esto, porque no sé ni cómo hacerlo, porque no nos conocimos como se conocen dos personas normales, porque desde un principio, por su forma de escribir sabía que tenía mucho que esconder, mucho que dar. Y no hay nada más bonito que encontrarse a alguien que te entienda tanto. Intento contaros mi historia de la mejor forma que puedo, no quiero correr, no hay prisa por contárosla. Recuerdo que los mensajes iban a más, le conté parte de mi historia por no decir casi toda, siempre pensaré que él fue una de esas personas a las que más le conté aún sabiendo que acabaríamos por caminos diferentes. Nunca, tan rápido, había dado la confianza a alguien de esta forma. No quiero entrar en detalle de los primeros mensajes, porque esos aún siendo los primeros fueron los que menos importaron. Recuerdo que seguíamos hablando de vez en cuando y me prometí que no me iría a la cama sin saber al menos una cosa más de él, día a día, porque seguía tendiendo esa tonta necesidad de saber de él, de aprovechar cada minuto que hablábamos sin ser conscientes que para ese entonces, esos minutos juntos para mí ya eran los mejores. Nunca te das cuenta de que te estás enamorando hasta que lo dices en voz alta, hasta que te provoca todo lo que él provocaba en mí. No quiero que penséis que es una historia de dos días, ni tampoco de un año; fueron unos meses, ni siquiera llevo la cuenta porque estaba más pendiente de vivir esos meses como si fuesen toda una vida, vivir todo eso que él me daba. Empezamos a hablar de estupideces, porque queríamos seguir hablando aunque fuese de cosas sin sentido, empecé a conocer sus manías pero nunca me enseñó sus defectos, a día de hoy aún me gustaría conocerlos. Me enseñó tantas cosas en tan pocos días, que parecía que quería abrirse a mí como nunca antes lo había hecho, y a mí eso me encantaba. No voy a contaros toda la historia, pero sí quiero que conozcáis parte de ella, al menos de momento el principio, ese que sin saberlo iba a cambiarnos por completo. Seguimos hablando durante horas, durante noches, y nos reíamos a carcajadas sabiendo que hacía años que lo necesitábamos, y que por alguna razón no lo habíamos hecho. No éramos conscientes de ello, pero empezábamos a necesitarlo sin saberlo y eso no podía ser muy bueno cuando ni siquiera sabíamos el apellido del otro, pero lo hacíamos sin importar lo que la gente podía decir, porque sentíamos que no había nada más bonito que llegar a casa, coger el móvil y escribirle “¿cómo te ha ido el día?” y así empezaba todo, porque yo podía tirarme hasta las tantas escuchándole como me decía lo que había hecho en ese día. Y así eran nuestros días en los que empezamos a hablar sin saber que de un día para otro nos empezaríamos a enamorar. 

viernes, 24 de octubre de 2014

Que alguien tan increíble como ella, no se quisiera.

Ella se odiaba pero la primera vez que la vi pensé en que tenía los hoyuelos más bonitos que había visto jamás, y por eso, siempre intentaba hacerla reír, porque en ese instante aparecían de nuevo esos hoyuelos que podían acabar conmigo. Ella siempre decía que todo el mundo le decía que tenía una sonrisa preciosa y no se equivocaban, creo sin duda alguna que esa era la sonrisa más sincera y aún teniendo imperfecciones, la más perfecta. Y la hacía reír porque eso me daba la vida, tío. Te miraba fijamente mordiéndose el labio intentando aguantar sin reírse sabiendo que segundos después iba a estallar a carcajadas, y mientras yo me fijaba en como se tapaba la cara para no verla reír así, ese sonido podía darle vida a cualquiera, y eso me molestaba porque sólo quería que me la diese a mí. Ella siempre me decía que la odiaba, que no le gustaba reír pero por mi aprendió a hacerlo sin miedo a que la gente de alrededor la mirase, yo siempre le decía que estaba preciosa y se reía, creyendo que le mentía y no, joder, odiaba que se quisiera tan poco. Me había pasado días y noches deseando que ella se pudiese ver con los mismos ojos con los que yo la miraba para saber que era la persona más bonita que nadie se iba a encontrar jamás. Ella odiaba su pelo, siempre lo usaba como escudo e intentaba taparse los ojos con él sin saber que por muy común que fuese el color de sus ojos, le quitaban el sueño a cualquiera, a mí. Y no sabéis las veces que había deseado abrazarla y oler esa fragancia a vainilla que tanto me volvía loco. No sabéis las veces que he pensado que el mismísimo paraíso estaba ahí, en su cuello, ni tampoco las veces que he deseado enredar mis dedos por todo su pelo. Ella odiaba mirarse al espejo pero por mí lo intentaba; a veces la veías ahí delante, frágil y callada, mucha gente pensaría que simplemente se estaría observando pero yo, yo sabía que dentro de su mente no dejaba de repetirse lo horrible que era y cómo alguien como yo podía quererla. Y cuando la veía demasiado seria, me ponía justo detrás suya, la rodeaba con mis brazos y me apoyaba en uno de sus hombros y la miraba fijamente en el reflejo del espejo, y con una pequeña sonrisa le decía lo preciosa que estaba, y aunque no quisiera, ella siempre acababa sonriendo. Y después se giraba, se giraba para besarme sabiendo que en ese beso me decía aquellos gracias que no tenía valor a pronunciar sabiendo que con esas estupideces que yo le hacía, empezaba a quererse un poco más. Ella odiaba tantas cosas que yo empecé a querer pero, hostia, teníais que ver lo feliz que era cuando estaba conmigo, se reía sin miedo, se miraba al espejo sabiendo que yo aparecería por detrás, se peinaba queriendo estar más guapa sin saber que a mí me gustaba más despeinada, a lo loco. En ese instante cuando me sonreía y me decía lo mucho que me quería estaba preciosa. Qué digo preciosa, estaba increíble, insuperable. No había cosa más bonita que verla despertar entre mis brazos y sentir que cada vez que ella no podía más, se venía a refugiar en estos sabiendo que ahí, era el mejor lugar de todos en el que llorar porque sabía que yo la cuidaría, y ahora que no estoy ahí para cuidarla me pregunto si se seguirá queriendo como me gustaría que lo hiciese, queriéndose tanto como yo le quise y le quiero. Ella se odiaba y yo la quería y quería enseñarle en que lo raro no era que alguien como yo, un gilipollas, la quisiera; lo raro era que alguien tan increíble como lo era ella ni se amara. Era fácil de querer, joder, la mirabas y te sonreía y ya la querías. No podías no hacerlo y yo tuve la suerte de conocerla y es que cuando encuentras a alguien así piensas en todas las noches en las que has estado solo y te das cuenta de que esas noches no eras ni la mitad de feliz que lo eres con ella. Y sí, la quise y lo sigo haciendo y ella no se quedaba corta en eso, no sabéis lo bonito que quería, a su manera porque ella nunca te lo decía pero te miraba a los ojos y sabías que lo hacía, con ese brillo te decía lo mucho que te quería y hasta ahora no hay nadie que me haya querido así, y aunque la haya tampoco la quiero como la seguiré queriendo a ella. No habrá otros hoyuelos en los que me pierda ni a los que quiera besar. 


miércoles, 22 de octubre de 2014

Podríamos haber tocado el cielo.

Podríamos haber tocado el cielo y sin embargo, nos vimos en el suelo. Nos vimos caer desde el precipicio más alto a lo más bajo, a lo más profundo, y dolió. Pero no sólo dolió por la caída, también dolió porque tú no hiciste nada por salvarnos, yo era la única idiota que lo daba todo por ti, la misma idiota que pensó que llegarías a necesitarla como ella te necesita a ti, que sería tu antes y tu después, y no tu “fuimos, pero ya no seremos”. Caímos y pareció darnos igual, o bueno, a ti te dio igual. Y es que si algo aprendí es que el corazón es tan estúpido que por muchos golpes que le den, se sigue ilusionando, aún sabiendo que le harán daño. No sé si fue su culpa o no, supongo que no, pero que ya no vendrán a salvarnos, ni siquiera se preocuparán en intentarlo. Ahora nos veremos intentando tocar corazones con letras, con simples textos, y es difícil pero llega a lograrse. Al igual que eso que dicen de que “todo se supera, anda no estés así” esas gilipolleces que sueltan por compromiso, promesas que van a parar al fondo del vaso y claro, luego flotan y la última promesa, la que colma el vaso; hace que todas las demás se vayan a la mierda. La promesa que nos destrozó el corazón, ya que nos lo destrozó con promesas absurdas, con promesas que sabíamos que no estaban hechas para cumplirse. Pero hay que vivir de una ilusión, ¿no? Bien, pues yo vivo a base de decepciones. Esta vez querido corazón, esta vez voy a ser yo la que te mande a la mierda, no vas a ilusionarte, vas a huir de cualquier sentimiento absurdo que puedas llegar a sentir. Tú ganas, se acabó y me rindo. 


domingo, 19 de octubre de 2014

A base de vacíos.

Ya ni escribir es la solución. Y es que, ¿cómo se escribe sobre los vacíos que ciertas personas nos dejan? ¿cómo se deja de sentir esos vacíos? No importa el tiempo que duren, porque a veces no es sólo un tiempo, a veces son vacíos que no van a llenarse más. Y lo peor, lo peor es que no somos conscientes de cuando esos vacíos están llenos. Nunca he pensado que una despedida podría ser buena, pero la nuestra fue tan diferente. La nuestra fue un “como si nunca nos hubiéramos conocido” y sonreí, sonreí porque sabía que estaba haciendo lo correcto. Aunque después no recuerdo qué pasó, pero acabé llorando sobre tus recuerdos, sobre tus letras. Iban pasando los días, y notaba tu ausencia, notaba ese vacío que sientes cuando alguien que era importante para ti se va. Pero no sé, no volví a llorar más, no he vuelto a llorar más por ti. Supongo que abrí los ojos y supe que no merecías la pena. Ahora no siento nada, como si estuviera congelada, y no me gusta sentir esto. Sólo espero que un día alguien llegue y se acerque sin importar el frío que llegue a hacer a mi lado. Ya no hay solución. Ya me han disparado las suficientes veces como para que me duelan los tiros. Y se acabó. Se acabó de verdad.

viernes, 10 de octubre de 2014

Miradas.

Hay gente que con sólo mirarte es capaz de saber cómo te sientes, qué te pasa, por qué no sonríes o simplemente qué necesitas. Pero hay otra gente que por mucho que te mira no te ve, no buscan conocerte, no buscan saber de ti. Serás solamente aquella chica guapa con la que se cruzaron en aquel semáforo. Te olvidarán, porque no emplearon el tiempo suficiente en mirarte para poder recordarte después. Nos convertimos en recuerdos borrosos. Nos cruzamos con cientos de personas al día, las cuales ni conocemos, tampoco se molestarán en hacerlo. Nos han enseñado que hablar con desconocidos está mal, por eso no miramos a los ojos a alguien que no conozcamos durante más de dos segundos, por eso nunca llegaremos a conocer a esa persona que nos encontramos cada mañana en la puerta del instituto, por eso nunca llegaremos a quedar con ese chico que nos sonríe cada vez que pasa por nuestro lado. Y es que no nos damos cuenta de que algunas personas con las que coincidimos muchísimas veces, podrían llegar a ser tan importantes en nuestras vidas, así, de un día para otro. 


sábado, 4 de octubre de 2014

¿Qué os habéis olvidado? Venga ya, si cada vez que os veis saltan chispas entre los dos.

Empecé a echarle de menos cuando note que su ausencia era lo que me hacía romper a llorar en alguna que otra ocasión. No lo entiendo, no entiendo como después de todo lo jodida que me ha hecho estar, le puedo echar de menos. Que salgo a la calle para ver si le veo, que voy preguntándole a la gente qué tal está, añadiendo un “bueno, me la suda”, no tío, no me la suda. Y aunque sé, que el que acabo jodiéndolo todo fue él, no puedo evitar derrumbarme al ver que quiere olvidarme. Puede sonar egoísta pero es que, no quiero que me olvide. Quiero que me siga despertando con esos “buenos días mi niña” o llamándome por télefono a las cuatro de la tarde diciendo que está en mi portal esperándome. Pero bah, tonterías, ¿a quién voy a engañar? Ni él ni yo sabemos qué hacer para mantener esta relación, posiblemente sea mucho mejor así, cada uno por su lado.



miércoles, 1 de octubre de 2014

Soy la primera que lo entiende.

Soy la primera persona que sabe cuánto duele levantarse y no saber por qué luchar. Sé cuantas veces me he caído y he disimulado levantarme sin apenas daños, cuando por dentro estaba destrozada. Sé lo que es pasarse una noche entera dándole vueltas a la cabeza y perderse en un millón de recuerdos hasta ahogarse, hasta hartarse de ellos y acabar con los ojos hinchados, tanto que casi no puedes ni ver, no puedes ni respirar. Acabas preguntándote por qué sí y por qué no, y llega un punto en el cual ya no recuerdas el por qué empezaste a apretar los puños y a notar cada lágrima, sientes que todo ha perdido su sentido, que tu corazón late porque tiene que hacerlo y no porque realmente te sientas vivo. Te escondes entre sábanas y crees que ellas te cubren de todo lo que hay fuera, cuando realmente la batalla empieza y acaba en ti. Temes a que nadie sepa de tu soledad, ignorando que nada sucede porque sí, que si quieres un abrazo o alcanzar algo tienes que salir ahí fuera y buscarlo, no vale con dejar que la vida te aplaste, no vale con decir ''me desapunto de ella'' porque cada vez que respiras, aunque tú no lo veas, es único. Sí, yo también he cerrado los ojos tan sólo para no ver como tras haber saltado al vacío no hay nada que frene la caída, he cerrado los ojos por miedo a cómo serían las cosas una vez dado el golpe, pero no hay nada de malo en ello, soy persona y como tal tengo mis equivocaciones, pero jamás me he quedado quieta, hay que superarse, coger impulso y derribar uno tras otro los muros, de ahí las cicatrices, nadie crece sin ellas ni consigue borrarlas, pero sí nos hacen más fuertes porque nos recuerdan el valor y el coraje de haberse atrevido a pelear contra aquello que nos podía, son esas compañeras que aunque indeseables, nos hacen grandes. No te voy a decir que no llores, que no te tapes la cara por temor a lo que queda por venir, no te digo que disimules cuanto te pase y finjas mil y una sonrisas, porque eso lo único que hace es multiplicar los daños, lo único que quiero que entiendas es que eres fuerte, que estoy convencida de que todas esas horas lloradas en la cama son directamente proporcionales a todas las sonrisas que vas a ganar, que no estás solo porque seguro que hay alguien que se partiría la cara por ti y que acudiría a la primera llamada, quiero que incluso creyendo que no tienes motivos seas feliz, que tu risa no cese y que bailes cuanto puedas, que sepas que detrás de cada bajada, de cada caída, se esconde un puedo, se esconde algo grande, se esconde todo lo que de verdad mereces.