domingo, 23 de noviembre de 2014

Lo único que me queda de ti.

Estoy cansada de prometerme cosas que soy incapaz de cumplir. Me prometí continuar con mi vida y aquí sigo, ella continúa sin mí. Me prometí dejarte atrás pero la que se ha quedado ahí he sido yo, entre los recuerdos. Me prometí no llorarte pero estoy intentando comprobar cuándo se me acabarán las lágrimas por ti. Me prometí no esperarte y aquí sigo, esperando el siguiente tren a tu vida, pero parece que nunca llega. Me prometí no perder el tiempo, pero es que por ti siento que esto no es perderlo. Me prometí dejar de quererle y al final sólo he conseguido dejar de quererme. Me prometí odiarte pero sólo lo hice porque no quisiste quedarte. Me prometí que las cosas irían bien, pero no creo que llorarte cada noche encerrada en mi habitación sea el bien que yo quería. Me prometí que si me hacías daño te echaría de mi vida, pero aún habiéndome roto, te quiero en ella. Me prometí por aquella gente que me quiere que pasaría página, pero no eres sólo una simple página. 
La gente me veía hundida y no paraban de decirme que las cosas iban a ir bien, pero yo me reía porque sabía que no, porque no son sólo dos días echándole de menos. No me digáis que no es para tanto, cuando os enamoréis ya me contaréis si es o no tanto como para sentirse tan perdida, como ahora yo me siento. ¿Cómo se mira al chico que tanto has querido después de perderle? ¿cómo? ¿cómo lo hago sin que se note que le sigo queriendo? Duele, joder si lo hace, y sé que es normal llorar. La primera noche dolió más que cualquier otra, pero iban pasando las noches, los días, los meses, y a día de hoy el dolor aún no ha desaparecido, pero siento que he aprendido a vivir con él sabiendo que eso es lo único que me queda de ti.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Voy a seguir prefiriéndolo a él todo lo que me queda de vida.

He tenido que besar otros labios para darme cuenta que son los suyos los que verdaderamente quiero. Ha sido raro, creía que en ese beso las cosas cambiarían, pero sólo ha sido eso, un simple beso. No he notado ni cómo el corazón se me aceleraba, ni ese cosquilleo tan insoportable. Nada, absolutamente nada. Vacío. Tan vacío como el que él me ha dejado, y por eso te pido que vuelvas, que vengas como una vez viniste a mi vida sin saber que ibas a cambiarla. Ven y te digo que me he dado cuenta de que ya pueden venir miles que tú seguirás siendo el que quiero. Seguiré besando si no vienes hasta que aparezca uno que me haga sentir, si puede, la mitad de lo que tú conseguiste. Y mira que lo intento, chico, intento que con esos besos, con esos abrazos pueda sentir algo, pero no sé qué tienes que no desapareces tan fácilmente de mí. Intento convencerme de que podría acostumbrarme a que alguno de ellos me invitara a cenar, que me abriese la puerta de ese bar, que me dejase su chaqueta cuando haga frío, que entrelace su mano con la mía, que se ría de mi risa, que me bese en la mejilla y el lado derecho de mi cuello esperando a perdernos después. Podría acostumbrarme pero no quiero hacerlo, porque siempre, va a apetecerme más que seas tú el que quiere besarme aún sabiendo que acabo de pintarme los labios y que odio que hagas eso. Voy a seguir prefiriendo tenerte a ti al otro lado de la mesa en ese bar mientras nos tomamos un par de refrescos, sabiendo que yo dejaré la mía a la mitad y tú tendrás que terminarla. Me va a seguir apeteciendo más que seas tú el que me pase el brazo por encima de los hombros para protegerme del frío, voy a seguir prefiriendo que sean tus manos las que agarren las mías fuerte, aunque me hagas incluso daño, pero por lo menos sabré que no quieres que me vaya. Voy a seguir queriendo durante el resto de mi vida pelear contigo por tus mentiras, que besar a otros intentando olvidarlas. Eres tú el que quiero y el que voy a seguir queriendo, tú que con un simple roce de tu mano con la mía al conocernos sentí eso que mucha gente decía que sentía cuando encontrabas a la persona que tanto ibas a querer, ese roce que me hizo pensar “No te asustes, pero estás a punto de querer más fuerte que ninguna otra vez has querido” y no me equivoqué joder, pienso en ti y ya se me eriza la piel como si estuvieses aquí y me acabases de susurrar las ganas que tienes de mí. Y me lo imagino, tío, y el corazón me va a mil. Te imagino aquí, justo detrás abrazándome mientras me apartas el pelo y siento como si estuvieses besándome el cuello como muchas veces hiciste, y siento que el corazón se me va a salir del pecho, sabiendo que ningún otro va a provocarme eso. Que joder, te pienso y mírame, parece que vaya a darme un ataque al corazón de lo que te quiero, y eso ya no lo siento con ningún otro ni intentándolo. Y es así, voy a seguir prefiriéndolo a él todo lo que me queda de vida. 


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Me disparó como si nunca me hubiese querido.

Me preguntan que se siente cuando se es feliz y para mí es inevitable hablarles de ti. Les digo que felicidad es encontrarte a la entrada del instituto, apoyado en la puerta con esa sonrisa tan tuya, dispuesto a darme algo más que un par de besos. Ser feliz es notar como me abrazas por la espalda al verme seria, y decirme alguna que otra tontería al oído, para ver una vez más mi bonita sonrisa. Felicidad era girarme en mitad de la clase y pillarte mirándome, apartar la mirada y reírme sabiendo que tardarías dos o tres segundos en acercarte a besarme. Felicidad era sentir tus respiración cuando te dormías sobre mis piernas, porque yo no podía dejar de acariciarte el pelo distraída mientras veíamos cualquier programa de televisión. Ser feliz era poder ver lo bonita que era Sevilla de tu mano, entre risas y besos inesperados. Y por eso les he vuelto a hablar de ti. De ese chico al que le encantaba hacerme cosquillas porque adoraba mi risa tonta, aquel que antes de irse te besaba en la mejilla en vez de decirte te quiero. Aquel chico dispuesto a parar balas de cualquier persona que quería hacerme daño sin saber que dentro de poco, él sería la persona que se encontraría detrás del gatillo a nada de dispararme. No sabías ni siquiera en qué parte del cuerpo me habías disparado, sólo notabas como estaba sangrando por ti. Rojo, como el color del pintalabios que tanto te gustaba quitarme a besos. Rojo, como el color de mis ojos cuando pasaba más de una noche llorándote sabiendo que todo esto iba a acabarse. Rojo, como mis nudillos por los mil golpes que le había dado a la pared intentando sentir un dolor más fuerte que el de perderte. Rojo, como el color de tu camiseta favorita que tantas mañanas me ponía sabiendo que para ti no había nada más bonito que encontrarme preparándote el desayuno con esa camiseta tuya. Y vuelvo a mirarme las manos, sin creerme que la persona que tanto me había querido es la única que me ha hecho daño; pierdo las fuerzas y acabo de nuevo tirada en el suelo como muchas otras tantas veces he acabado ahí, esperando a que volvieses a por mí, y nunca volvías. Le miro sin reconocerle, intento quedarme con cada mínimo detalle de él, porque sé que esa es la última vez, que esa es nuestra despedida. Y quiero desaparecer como he querido ya tantas veces, no sé cómo la gente se sigue creyendo que todo me va bien, y yo mientras intento también creérmelo, pero no puedo. He intentado recordar cómo era mi vida antes de él y parece que los recuerdos contigo me empañan esa vida a la que tanto deseo volver. Desapareceré de la misma forma que tú quisiste acabar con todo esto poniéndote al otro lado del gatillo, sabiendo que cada noche que me decías que estabas dispuesto a morir por mí y al final, que irónica es la vida, la que ha acabado muriendo he sido yo.  

viernes, 7 de noviembre de 2014

Las despedidas a veces son buenas.

Quiero creer que las despedidas a veces, son buenas. Quiero creer que te fuiste porque pensaste que merecía alguien mejor y que no tardaría mucho en llegar. Quiero creer cosas que posiblemente ni hayan sucedido, supongo que así es la única forma de que no duelan tanto. Ya no podía hacer nada, ya no podíamos hacer nada para no perdernos, para cambiar las cosas y retroceder. Retroceder a ese momento, ese momento en el que tú no diste el portazo, ese momento en el que se te olvidó decir “te llamo luego”, ni siquiera fue un “después hablamos”. Fue simple. Un simple portazo y se acabó. Se acabaron esas llamadas, se acabaron esos mensajes a las tantas, se acabaron tantas cosas que me da vértigo de pensarlas. Ya no me hará falta volver, porque me he ido. Porque me fui, pero te recuerdo que tú te fuiste antes, y te recuerdo que nos fuimos tarde, ¿y sabes por qué nos fuimos tarde? Porque esta historia acabó antes de que tú dieras aquel portazo, ahora me doy cuenta, me doy cuenta de que hubo un final antes de que tú se lo pusieses. Quisiera encontrar una razón por la que no me di cuenta antes, o te quería demasiado, o adoraba tantos nuestros recuerdos que estaba estancada en ellos. Hay despedidas que son necesarias, a medida que pasa el tiempo y miras atrás te das cuenta de que sí, de que es verdad. Y tu despedida a día de hoy ya no duele. Ya no dueles. Y espero que en este momento, en este jodido momento, haya empezado a dolerte yo. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

A lo que nunca seremos.

Mi cama huele a ti, a lo que fuimos, a lo que nunca seremos. Huele a nosotros, a todas esas tardes mirando al techo mientras me repetías una y otra vez que era tuya, que nadie había como yo, que sin mí morías. Hoy estoy sola, en la cama que hace unos meses era nuestra, sin ti. Sigo esperando a que vuelvas y me digas que me quieres, que todo fue un error, que me necesitas. Y eso es lo que necesito, necesito que necesites la necesidad de necesitarme. Necesito no tener que fingir ser feliz, necesito serlo, es jodido, como todo desde que no estás. Pero claro, supongo que tú ya tendrás a otra que te dé todo lo que yo no pude darte, que te diga todo lo que yo no pude decirte, supongo que tú ni siquiera te acuerdas de ese “siempre te querré”, pero yo sí, yo sí me acuerdo, y demasiado bien. Nadie sabe lo que daría por tenerte, por poder darte la mano y no volver a soltarla nunca. A veces que alguien te marque es una mierda, y tú no sólo me marcaste, tú me calaste hondo. Me hiciste quererte cada puto día, me haces quererte ahora más, cuando no estás.